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[Spanish] Amigas en la arena. (Segundo fragmento)

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[Spanish] Amigas en la arena. (Segundo fragmento)
« on: November 19, 2022, 08:52:30 PM »
Buenas noches

    Vuelvo con la siguiente lucha de esta historia. Las partes que he omitido explican lo que está empezando a sentir Besyla por Cristal. Recordad que Besyla es bisexual y podríamos decir que ha sido un flechazo. Concretamente, mientras Besyla vuelve a casa tras la sesión de entrenamiento que narré en el primer fragmento, va pensando cosas así:

"Supo que había llegado a su barrio cuando la única luz con que podía guiarse era la que salía de algunas ventanas. Prosiguió pegada a las fachadas de los edificios, teniendo cuidado de donde pisaba. Se relajó al comprobar que las calles estaban vacías y recordó otra vez a Cristal. Besyla estaba a gatas sobre la arena y tenía sobre la espalda a la sureña. Le había trabado una pierna e intentaba levantarle un brazo para hacerla caer. Se suponía que Besyla tenía que quitársela de encima, pero no era capaz.

—Me voy a quedar dormida —había dicho Cristal con el acento sureño tan bonito que tenía—. ¿Vas a intentar algo?

Besyla sonrió al recordarlo. Se le ocurrió que podría haberle comentado que era imposible luchar sintiendo los pechos desnudos de una diosa sobre la espalda, pero fue consciente de que no sería capaz de decirle algo así. Aquel había sido uno de tantos momentos de aquella tarde en los que se había sentido excitada, y aún le duraba el deseo."

Y ahora, el segundo combate. Es una lucha erótica real, con público y por la que ambas van a cobrar. Espero que os guste.

***********************

Cristal estaba un poco nerviosa, pero, a la vez, entusiasmada. Aquella tarde era su primer combate en Thayals. Nunca había tenido un público tan distinguido. Según le habían comentado, asistirían cuatro condes, cinco comerciantes adinerados e incluso un marqués. El resto, hasta completar el aforo de veinticinco, eran aficionados a la lucha y había un par de instructores de artes marciales.

Tal como establecían las reglas, cuando entró en la sala de deportes, acompañada por dos sirvientas, el recinto estaba vacío. Besyla entraría un cuarto de hora después, cuando Cristal estuviera dentro de su vestuario, con la puerta cerrada. Estaba prohibido que las contendientes se vieran la una a la otra o vieran al público antes de que se iniciara el combate.

Mientras se desnudaba y se ponía el taparrabos tan bonito que luciría aquella tarde, pensó en su oponente. El día anterior, habían practicado sin esforzarse mucho. Habían ensayado un par de veces cada uno de los lances más delicados, para que Besyla no se olvidara, y habían repasado el reglamento de aquellos combates. La enterneció lo nerviosa que estaba la norteña. Se pasó la última media hora con ella, intentando tranquilizarla, asegurándole que todo saldría bien y escuchándola para darle apoyo.

Recordó su primer combate con público, una exhibición de jaisse. La noche anterior apenas durmió y le temblaban las manos cuando salió a la arena. Luchó fatal, no le salía ninguna llave, pero, por suerte, su rival era una buena amiga, de su propia escuela, que intentó tranquilizarla a base de susurros y no sacó partido de sus fallos más graves. Las dos o tres veces siguientes también lo pasó mal, pero acabó acostumbrándose y para Cristal hacía tiempo que luchar frente al público no le suponía, apenas, nerviosismo.

Pasó la hora larga que transcurrió antes de que abrieran la puerta tumbada en el lecho que había en el vestuario. El árbitro ya estaba en la arena y tanto Besyla como ella se le acercaron, cada una desde un lado opuesto. Le hizo gracia que el público enmudeció al verlas salir y que parecía incapaz de decidir a cual de las dos luchadoras en taparrabos mirar. Besyla era tan espectacular que no le extrañaba.

Ya le había advertido a la norteña que no debían sonreírse ni mostrarse simpatía, pero le dio lástima no poder hacerlo. Leía en los ojos azules de su amiga la inquietud y el miedo. Se miraron fijamente, como era costumbre, mientras el árbitro les resumía las reglas esenciales. Les indicó que se separaran un poco, se alejó y les ordenó empezar. Cristal dio un par de pasos de lado, para que quedasen de perfil al público y se echó encima de Besyla. La agarró del cabello, fingiendo hacerlo con rabia. La norteña gritó y sujetó las manos de Cristal en vez de contraatacar.

—¡Para, para, suéltame! —gritó Besyla

No podía hacerle caso, al menos descaradamente. Estaba muy confundida por la actitud de su amiga, y el público, la mayoría del cual le pedía que le arrancara los pelos a Besyla, no ayudaba. La norteña parecía incapaz de sobreponerse a la angustia de su primer combate. Para poder soltarla, le dio un rodillazo sin fuerza en la parte baja del vientre, le inclinó el tronco y se separó. Solo le dio tiempo a Besyla a mirarla sorprendida un instante: la agarró y la derribó usando la cadera. De inmediato, se alejó de su rival caída.

—Vamos, guarra, inténtalo otra vez —le dijo Cristal con un gesto de la mano.

El público animó a Besyla a hacerlo. La norteña, con las mejillas encendidas, cargó contra ella sin más propósito que intentar abrazarla y derribarla. Tenía que calmarla o aquel sería un desastre de combate. La esquivó, le tiró de un brazo y terminó de desequilibrarla con un golpe del pie en el muslo. La norteña cayó boca abajo y Cristal se tumbó encima. Besyla jadeaba con los ojos cerrados y la notó temblar, como si estuviera a punto de sufrir un ataque de nervios o ya hubiera perdido el control. Se movía sobre ella, fingiendo estar luchando aunque su rival parecía paralizada.

—Besyla, tranquila —le susurró al oído—. Todo va a salir bien, pero necesito que luches tal y como hemos ensayado. Por favor, cálmate.

Le tiró del cabello hacia atrás y le movió su propio antebrazo, como si estuviera luchando para liberarlo. Besyla abrió los ojos, aunque seguía jadeando. Le daba muchísima pena verla así, sobre todo cuando recordaba que, durante los entrenamientos, parecía sentirse cómoda y contenta. La norteña asintió y Cristal pensó que era mejor parar la pelea un par de minutos. Sin soltarle el pelo, le pegó los labios al oído.

—Cuando te bese, grita de dolor y dile al árbitro que te he mordido. Protéstale, deja que te examine y aprovecha para calmarte, ¿vale?

Volvió a asentir y Cristal le dio un beso en la mejilla. Cuando Besyla gritó, se tiró de lado, como si la hubieran empujado.

—¡Esa puta me ha mordido, árbitro! —gritó la norteña cubriéndose la mejilla.

Mientras Besyla se sentó, encogida, de espaldas al público, Cristal se alejó. El árbitro la señaló.

—Ese tipo de mordiscos están prohibidos —afirmó el árbitro.

—En el sur son válidos —mintió Cristal—. Es una blandengue.

—Otro más y la sanciono —respondió el árbitro, quien se agachó al lado de Besyla y le examinó el rostro mientras su amiga no paraba de protestar.

Cristal se alejó un par de metros, luciéndose. Se encaró con el público y alzó un poco los brazos con fingida inocencia.

—¡Qué blanditos sois en el norte!

Disfrutó al advertir que todo el público la miraba. Algunos se rieron, otros le gritaron cosas como “muérdeme a mí, guapa” y un par daba muestras de intuir que solo intentaba ganarse  a los espectadores. Estuvo atenta al árbitro y a su amiga. Besyla estaba de pie, tapándose la mejilla. El árbitro dialogaba con ella, le tenía la mano puesta en el hombro, escuchaba sus quejas y la calmaba. Tenía aspecto de ser fuerte, pero medía casi diez centímetros menos que la norteña.

El árbitro miró a Cristal fijamente, algo que, dada su experiencia en la arena, supo interpretar como una advertencia, y les ordenó continuar el combate. Besyla seguía jadeando, mostraba inquietud en la mirada, pero su rostro expresaba ira.

—Te voy a enseñar a morder, guarra —dijo Besyla, avanzando hacia ella.

Cristal retrocedió debido a la decisión con que avanzaba la norteña. Esta le lanzó un par de zarpazos, buscando agarrarla del pelo y decidió confiar en su amiga. La esquivó una tercera vez y a la cuarta le permitió que le sujetara dos mechones de pelo. Cristal hizo lo propio y empezaron a fingir que intentaban arrancarse el pelo mutuamente, tal y como habían ensayado. Acabaron las dos inclinadas, con las cabezas muy cerca.

—¡Suéltame, guarra, o te arranco los pelos! —gritó Besyla.

—¡Suéltame tú o te muerdo otra vez, imbécil!

Siguieron luchando, gritándose a menudo y, sin soltarse el pelo. Empezaron a intentar derribarse. Besyla consiguió rodearle el cuello con un brazo gracias a que le tiró del cabello hacia abajo. Cristal le había soltado el pelo y tiró del antebrazo de su rival para evitar que apretara, aunque no lo estaba haciendo. Forcejearon inclinadas un rato. La norteña le apoyó el pecho en la espalda y logró hacerla caer de rodillas. Besyla era grande y pesada y no la dejaba moverse bien, pero Cristal tenía mucha más experiencia. Liberó el cuello, se escabulló de su rival y echó su peso sobre la espalda de la norteña. Su oponente terminó con la cabeza en la arena y con los brazos de Cristal rodeándole la cintura.

Cristal había tenido cuidado de no lastimarla, de ahí que solo intentó aprisionar la cabeza de Besyla entre los muslos cuando se convenció de que era seguro. La norteña aprovechó ese intervalo para impedirlo abrazándose al muslo derecho de Cristal y pegándole a este la cabeza por fuera. Intentó tirar a Cristal de costado, pero aguantó sobre la norteña y Cristal empezó a golpearle el costado izquierdo sin fuerza.

Besyla cometió el error de posar el costado que le atacaba en la arena, para protegerlo. Cristal se liberó la pierna que tenía atrapada, tumbó de espaldas a la norteña tirándole de un muslo y le inmovilizó la cabeza. Para evitar que se le sentara en el rostro, Besyla le puso los antebrazos cruzados bajo los muslos y le agarró los glúteos con las manos. Le hizo gracia que una de las cosas que mejor había asimilado era lo de tocar a su oponente de manera sensual durante el combate. En todo caso, Cristal no quería sentarse sobre el rostro de su amiga.

El árbitro había contado ya hasta tres. Para impedir que Besyla separase la espada de la arena, la golpeó en el vientre sin fuerza tres veces, hasta que dobló las rodillas para protegerse. Cristal le sujetó las piernas mientras con la otra mano le pellizcaba el vientre y se lo empujaba hacia abajo. Besyla dejó de moverse cuando el árbitro ya pronunciaba el número ocho y dejó que Cristal ganara su primer punto.

Cuando el árbitro les pidió que se separaran, Cristal se levantó y Besyla hizo lo propio, pero más despacio y jadeando. En esa ocasión, fue Cristal la que atacó primero. Agarró los cabellos de su amiga y le bajó la cabeza para evitar que ella le hiciera lo mismo. Besyla le dio unos cuantos manotazos suaves en los muslos hasta que se abrazó a uno. Intentó alzarla para hacerla caer, pero Cristal lo impidió plantando las piernas y empujando hacia abajo la cabeza de su amiga, que cayó de rodillas.

Cristal tuvo que soltarle el cabello para presionarle los hombros y no verse derribada. Y Besyla la sorprendió alzándose y abrazándose a su cintura. No pudo evitar que la hiciese perder el equilibrio, pero sí logró girarse de manera que terminó tumbada sobre ella, con la cabeza de la norteña bajo su plexo solar. Dobló las rodillas y clavó los codos en la arena, por encima de los hombros de la norteña, le puso las manos en la frente y le inmovilizó la cabeza con el pecho. Besyla introdujo las manos y la empujó hacia arriba por las costillas.

Para obligar a Besyla a no levantar la espalda, le dio un par de rodillazos en el vientre, momento en que el árbitro inició una nueva cuenta. Le dejó la rodilla clavada y la norteña sacó un brazo y golpeó varias veces a Cristal en el costado, quien respondió con más rodillazos y atrapando el brazo que la golpeaba. Besyla no pudo liberarse y Cristal ganó su segundo punto.

Besyla jadeaba, pero la notaba mucho más tranquila. Cuando el árbitro reanudó el combate, avanzó despacio hacia Cristal y, de pronto, corrió hacia ella. Evitó de un manotazo un tirón de pelo de Besyla y la norteña la abrazó a la altura de las costillas con fuerza. Lo hizo bastante rápido, pero Cristal, que había alzado los brazos para que no se los atrapara, echó una pierna atrás y se equilibró lo suficiente para impedir que la levantara. Le tiró del pelo hacia atrás a Besyla, con lo que ganó espacio y logró que la soltara, le dio un rodillazo en el vientre y la dobló y, finalmente, la derribó de un empujón.

Cristal se alegró al ver que su amiga se levantó rápido y cargó de nuevo, lo que le ganó que el público la animase. Se le abrazó a las caderas y casi cayó al suelo, pero logró apartarse, obligarla a que la soltara y derribarla de nuevo. Se levantó y se agarraron del pelo otra vez, pero con los cuerpos muy pegados.

—Cuando te tire —susurró Cristal— golpéame una pierna.

La derribó y quedó, a conciencia, en mala posición sobre Besyla. Al sentir el golpe, cayó a la arena y lucharon en el suelo un rato, a base de tirones de pelo y entrelazándose las piernas. Rodaron y se gritaron mientras el público las animaba a las dos. Al fin, Cristal quedó sentada sobre la cadera de la norteña y, con rapidez, le rodeó un pecho con la mano y apretó con suavidad.

—¿Te gusta que te achuchen, puta? —dijo Cristal.

—¿Y a ti, guarra? —respondió su amiga, agarrándole un pecho de la misma forma.

Se oyeron risas, vítores y gritos de alegría entre el público, que se recrudecieron cuando ambas se agarraron el otro pecho mutuamente y forcejearon. Cuando el árbitro terminó su cuenta y las hizo separarse, la mitad de los asistentes dieron gritos de desaprobación.

Lucharon durante tres cuartos de hora más, ya que aquellos combates estaban pactados a quince puntos. Aunque fuera contradictorio, Besyla fue ganando confianza a medida que Cristal iba acumulando puntos y ella seguía a cero. Luchó con muchas ganas y bastante nobleza, pero su falta de experiencia la sentenció: combatió hasta quedar agotada. Cristal, al darse cuenta, procuró alargar las luchas en el suelo y hacer parones breves fingiendo que se habían quedado demasiado enzarzadas, pero, como se temía, no era suficiente.

Tras conseguir su decimosegundo punto, Besyla la dejó acercarse y en vez de intentar un tirón de pelo o un derribo, la abrazó por encima de los hombros y le pegó la boca al oído de forma que el gesto quedara oculto al público.

—No puedo más —le susurró—. Pégame en la barriga y deja que me apoye en ti un rato.

Besyla apretó el pecho contra el de Cristal, se apoyó en ella y separó el vientre. Empezó a golpearla bajo el ombligo y el público le gritó a la norteña que saliera de ahí, que reaccionara. Mantenía la cabeza pegada a la suya y Cristal pensó que el árbitro se daría cuenta de que Besyla estaba demasiado cansada para seguir y detendría el combate para poder pagarle menos a la norteña. Había que hacerlo de otra forma.

—Esto no marchará. Perdón por lo que voy a hacer.

—Sí.

Fingió golpearla con fuerza tres veces más y la hizo quedarse de cara al público tirándole de pelo hacia atrás. La dobló lanzándole un rodillazo al vientre y la derribó. Besyla quedó boca arriba, jadeando y con una mano sobre el ombligo.

—¡De eso nada, zorra! —gritó Cristal—. Te voy a hacer sufrir.

La obligó a quedarse de perfil, para evitar que el árbitro empezara a contar, y se sentó sobre su costado. Le trabó el brazo libre con el muslo, en la espalda de la norteña y le apretó con suavidad un pecho, fingiendo que se lo maltrataba.

—¿Te gusta, zorra? Te voy a dar una lección que no olvidarás nunca.

Le tiró del pelo y siguió apretándole el pecho un buen rato. Besyla no habría podido defenderse aunque hubiera querido, pero ni siquiera se movió. Notó que se le endureció el pezón, aunque eso ya no la preocupaba: la norteña le confesó que no le molestaba, que tenía los pezones muy sensibles y reaccionaban ante cualquier contacto. Buena parte del público le pedía a Besyla que contraatacara.

—¡Suplícame, guarra! ¡Pídeme que pare y ríndete!

—¡Jamás, cerda, asquerosa! —respondió Besyla.

Sin soltarla del pelo ni liberarle el brazo, Cristal retrocedió para sentarse sobre la cadera de la norteña y le clavó los dedos en el vientre, alrededor del ombligo. Besyla tenía los ojos cerrados y gemía cada vez que Cristal fingía apretar más fuerte.

La torturó así otro rato más, volvió a atacarle el pecho y, al fin, la tumbó con la espalda contra el suelo, se sentó sobre su estómago y la sujetó de los hombros mientras el árbitro contaba. Aquello funcionó bien y cuando les ordenaron combatir de nuevo, Besyla luchó un par de minutos más, aferrada a los brazos de Cristal. Entonces, volvió a pegarse a ella.

—Estoy agotada —le susurró Besyla entre jadeos—. Repite lo de antes hasta que ganes.

Volvió a dejar el vientre expuesto y Cristal la golpeó ahí y la derribó de nuevo. Fingió torturarla de diversas formas antes de tumbarla boca arriba y ganar los últimos puntos. La puso boca abajo y le apretó ambos pechos sentada sobre su espalda. Luego, se dio la vuelta para sentarse sobre sus omóplatos y fingió clavarle ambas manos en el vientre. La torturó de formas parecidas pero manteniéndola de costado. Fingió golpearla en los costados y en el estómago. La insultó y la conminó a rendirse varias veces, pero Besyla siguió negándose hasta el final.

Su amiga no se defendía y el público dejó de animarla para gritarle a Cristal que siguiera y que acabara con Besyla de una vez. No se divirtió: le dolía estar humillando a su amiga, pero ella misma se lo había pedido.

Cuando el árbitro la declaró vencedora del combate, el público aplaudió y la aclamó. Besyla se quedó unos instantes tumbada boca arriba y luego se sentó, con la cabeza agachada. Tenía bastante arena pegada a la piel por el sudor y, al verlo, Cristal comprobó que ella también tenía arena pegada. Se sacudió un poco y se sintió algo preocupada cuando el árbitro se acuclilló junto a su amiga, que no se levantaba.

Al fin lo hizo, con la cabeza gacha, y solo cruzaron la mirada un instante. La tranquilizó un poco que Besyla le sonriera antes de dirigirse despacio a su vestuario. Hizo lo propio y, cuando cerró la puerta, le apenó ver la tina que le habían preparado, algo pequeña. Se quitó el taparrabos, se enjabonó y se sentó en la bañera, de tan escasas dimensiones que tenía que encoger las piernas. Lamentó mucho no poder usar el enorme baño que el conde Ithelin preparaba para ellas los días de entrenamiento. Le gustaba bañarse con ella y, en aquel momento, habría podido ver como se encontraba y aliviar su conciencia si Besyla no se mostraba dolida.

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Offline Silent Watcher

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Re: [Spanish] Amigas en la arena. (Segundo fragmento)
« Reply #1 on: November 20, 2022, 07:15:37 PM »
Me está gustando mucho la historia, pero más me está gustando la forma en que está escrita: no cae en repeticiones, tiene un vocabulario amplio y justo donde ninguna palabra se siente fuera de lugar, la lectura es ágil.
En pocas palabras me está encantando y ayuda mucho a que los hispanohablantes tengamos buenas historias en nuestra lengua para satisfacer nuestro fetiche.
Felicitaciones, espero impaciente el próximo fragmento.

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Offline NightCat

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Re: [Spanish] Amigas en la arena. (Segundo fragmento)
« Reply #2 on: November 21, 2022, 01:57:37 PM »
Muchas gracias por tus palabras, Silent Watcher. Me alegro de que te esté gustando.

Como anécdota, esta historia la cree pensando en este foro. Seguiré subiendo capítulos y escribiendo nuevos.

Lo dicho, muchas gracias y un saludo :)

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Offline Silent Watcher

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Re: [Spanish] Amigas en la arena. (Segundo fragmento)
« Reply #3 on: November 22, 2022, 08:42:40 PM »
De nada, gracias a vos por compartir (que algunos quisiéramos hacerlo pero no tenemos el talento o el valor necesarios). Espero entusiasmado los nuevos capítulos

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Offline sugoishadows

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  • Antonio Manuel
Re: [Spanish] Amigas en la arena. (Segundo fragmento)
« Reply #4 on: November 23, 2022, 05:17:10 AM »
Buena noticia que seguiras subiendo mas :)
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