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Cruzando guantes - Relato en Español / Spanish Story

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Cruzando guantes - Relato en Español / Spanish Story
« on: June 24, 2019, 06:33:50 PM »
CRUZANDO GUANTES
CAPITULO I

   Mercedes, La Leona, era la campeona regional de boxeo femenino.  El exigente entrenamiento la había dotado de firmes y poderosos muslos, firmes nalgas y pechos pequeños pero erguidos. Sus manos eran pequeñas, pero de muy buena pegada.
   Había alcanzado su décima defensa por el título mundial y rondaba los treinta y cinco años. Sus ojos rasgados escudriñaban, sagaces, detrás de una nariz algo achatada, sensuales pómulos y un par de carnosos labios. Sus enrulados cabellos castaños se mecían con el viento solo cuando no estaba en competencia.
   En las últimas semanas, la rival número uno, de una localidad cercana y temible retadora le había arrojado el desafío a través de las pantallas de un certamen de baile. Se cruzaron amenazas veladas tras gélidas sonrisas y estuvieron a punto de ir a las manos en vivo y en directo, pero fueron separadas por los colaboradores.
   La temible oponente no era otra que Analía, conocida como La Pantera. De peso y tamaño similar, rondando 1,60 de altura, se diferenciaba por tener pechos levemente más grandes y una melena de negro azabache sobre los hombros. Durante sus enfrentamientos solía elegir una cola en la parte superior de la cabeza, estilo shaolin. Un poco más violenta y menos táctica que la campeona, era reconocida y temida por la potencia de sus puños. La sed de gloria quemaba sus entrañas y la empujaba cada vez más hacia el inminente enfrentamiento.
   Durante los dos meses previos a la velada estelar, los medios locales y algunos internacionales entrevistaron a las púgiles mientras realizaban pronósticos y desplegaban las más extensas estadísticas.
   En el pesaje, las dos amargas rivales se encararon, nariz contra nariz, echándose el aliento, sin apartarse la mirada. Sería un duelo épico e histórico.
   La noche de la pelea por el título, se midieron las dos protegidas de cada luchadora. Como si hubiera más necesidad de alimentar el fuego de la rivalidad. La Leona y La Pantera se habían prometido dolorosas derrotas por nocaut. Inclusive, la morena vaticinó que no la derribaría de inmediato para torturarla. La Leona prefirió optar por un engimático silencio y anunció que sus puños hablarían por ella.
 
CAPITULO II

   Apenas sonó la campana, las dos boxeadoras salieron como disparadas de sus respectivos rincones y dispararon violentos ataques que eran esquivados, repelidos o contraatacados.
   El estado físico de ambas no permitía entrever algún atisbo de ventaja. El primer round fue de La Leona, al igual que el segundo, donde conectó los mejores golpes y la cabeza de la retadora se ladeó hacia uno y otro lado mientras tambaleaba y era salvada por la campana. Pero, al comenzar el tercer round, La Pantera pareció dominar y llevarse por delante a la campeona, como para no dejar lugar a dudas y demostrar que estaba más viva que nunca.
   Pasada la mitad del combate, los movimientos se hicieron un poco más lentos, los golpes espaciados y las respiraciones más largas. Los rostros de ambas mostraban magullones, llevando la retadora una leve desventaja. Otra cosa que se hizo más frecuente fueron los abrazos, tanto de una como de la otra, donde buscaban detener los ataques enemigos y tomar aire para contraatacar.
   De hecho, en el penúltimo asalto, la morena estrujó en un abrazo de oso a su rival y le arrancó un doloroso quejido, pero la réplica no se hizo esperar y fue ella la que gruñó y sintió el ardor en sus pechos. Las separaron, pero tras un rápido intercambio de golpes, volvieron a trabarse y se golpearon a los costados, intentando quitarse aire mutuamente. La Pantera le hizo un tackle y ambas cayeron al suelo, enmarañadas. El árbitro hizo una advertencia y le descontó un punto ante la lacerante mirada de la retadora.
   El último round llegó, con ambas mujeres fatigadas y sudorosas e intercambiaron rápidas combinaciones para terminar fundidas en el enésimo abrazo de la noche. Se insultaron en susurros y recordaron a sus madres, mientras se golpeaban como podían.
   Finalmente... la campana sonó y ambas se separaron como con asco. Durante lo que pareció una eternidad esperaron el veredicto de los jueces. Cada una caminó por el ring pavoneándose, segura de su victoria, pero para el tribunal no estaba tan claro.
   En controvertido fallo dividido, los tres jueces las habían visto empatar y La Leona conservó el título para exagerar el festejo saludando a diestra y siniestra ante la mirada llena de odio de su rival.
 
CAPITULO III
 
   Durante las dos semanas siguientes, los medios amarillistas continuaron explotando la amarga rivalidad. Por supuesto, que  había de todo. Desde opinólogos que  afirmaban que habían arreglado el empate, basándose en el abrazo del final y las sonrisas para las cámaras de ambas contendientes, hasta quienes afirmaban que una u otra habían vencido con claridad.
   Lo cierto es que ni Mercedes ni Analía estaban conformes con el resultado. La campeona había defendido su corona, sí. Pero no había superado con claridad. De hecho, en algunos pasajes se había visto desbordada y contra las cuerdas. Analía, sintió que hubo momentos en los que podría haberse hecho con el cinturón. Además... ninguna había podido lastimar seriamente a la odiada rival. Solamente algún magullón en los pómulos y un leve goteo en la nariz.
   Todas las amenazas previas habían quedado en palabras desde el mismo momento en el que sonó la campana del primer round.
   En uno de los tantos programas de chimentos, había un panel en el que definieron la pelea como un fiasco y que deberían haber advertido que se iban a abrazar durante todo el combate como si estuvieran bailando tango para no desilusionar al público. Otro decía que hubiera sido lindo verlas desnudas revolcándose en barro.
   Cada palabra de estos comentaristas era como una nueva trompada que recibían. Tanto La Leona como La Pantera no se perdían ninguno de estos programas y sintieron muy en su interior que nada había sido resuelto. Todavía tenían ganas de humillar a la rival.
   Las pocas heridas del combate habían sanado y Analía tomó el teléfono para provocar a su némesis.
   _¿Estás viendo lo que dicen?
   _Es tu culpa, tarada. Si hubieras peleado en lugar de abrazarme durante toda la pelea... _replicó la campeona, con sorna.
   _Mirá quién habla, forra... Si en el quinto parecía que me querías levantar, por como me apretabas contra las cuerdas...
   _Sos muy mala por teléfono... Veámonos a ver si te la bancás.... _desafió.
 
CAPITULO IV

   Al día siguiente, a las 10 de la mañana, las dos amargas rivales se encontraron en el gimnasio de la campeona. Quedaba en la parte alejada del pueblo y podrían evitar miradas e interrupciones.
   -Campeona de mentira.... inflada por los medios. Sin protecciones te hago mierda. -siseó La Pantera cuando se acercaban al ring.
   -¿Querés que peleemos sin protectores? ¡Perfecto! Te voy a dejar linda a trompadas, hija de puta. -replicó La Leona con los dientes apretados.
   De esa manera, ambas irían con las zapatillas y medias, tanga y corpiño. Animal print de leopardo para la retadora y el mismo motivo pero en dorado para la anfitriona. Habían seteado el cronómetro para que les indicara el inicio y final de cada asalto y el tiempo de descanso. Cada una tenía una botella de agua mineral con pico vertedor al lado de la columna de su rincón.
   Se colocaron los guantines de entrenamiento y las dos miraron el reloj en la pared. Un minuto faltaba.
   -Ahora no te va a salvar nadie, negra de mierda. -espetó Analía.
   -Lo dirás por vos... puta envidiosa. -replicó Mercedes con igual desagrado.
   Se miraron con un fulgor lleno de odio y apenas sonó la campana se lanzaron al ataque arrojando certeros jabs y derechazos que eran bloqueados oportunamente. Durante casi un minuto intercambiaron golpes sin resultado mientras giraban en el centro del ring.
   Hasta que Mercedes eludió una finta y contraatacó con un derechazo que hizo que su rival ladeara la cabeza con un gruñido. La réplica no se hizo esperar y ambas se dieron más preocupadas en atacar que en defender, sacudiéndose los bellos rostros hacia atrás y a los costados con cada nuevo impacto.
   La campana sonó y las dos retrocedieron, con la respiración levemente acelerada para regresar a sus rincones y hacer un buche refrescante con agua.
   -Espero que no te hayas cansado, vieja puta, porque yo todavía ni empecé a calentar. -siseó La Pantera.
   -No me hagas reír, pelotuda. No me hiciste ni cosquillas.-la campana sonó.
 
CAPITULO V
   
   El segundo asalto fue una continuación del primero. Como si hubieran puesto pausa y retomado directamente desde allí. Con La Pantera atacando y La Leona contraatacando, sin piedad, con los bellos rostros sacudidos por los impactos.
   La pesada mano de la retadora parecía empezar a inclinar levemente la balanza cuando la campeona trastabilló al ser golpeada en la nariz y recibió dos golpes en el torso, antes de bloquear con los codos y contraatacar con un derechazo abierto que desestabilizó a su rival y volvió a poner distancia entre ambas.
   Analía gruñó y volvió a adoptar la posición de guardia. Mercedes la imitó y comenzaron a rondarse, achicando la distancia para volver a cruzarse en el centro del ring. Piña va, piña viene, ninguna parecía cejar en sus embates y la campana detuvo un cruento asalto en el que ninguna parecía ceder.
   Sin dejar de lanzarse miradas llenas de odio, cada una regresó a su rincón y bebió de la botella para escupir en los baldes junto al ring y refrescarse.
   Los feroces ataques habían comenzado a hinchar los pómulos y dejaron pequeños cortes en los carnosos labios de ambas púgiles.
   -Te voy a matar, hija de puta.
   Se prometían entre gruñidos y siseos, mirando ansiosas el reloj para dar comienzo al tercer round.
   La espera parecía hacerse eterna y cuando finalmente comenzó el nuevo asalto, Analía redobló el ímpetu y pareció llevarse por delante a su némesis, arrinconándola contra las cuerdas y descargando una soberbia descarga al cuerpo que fue estoicamente soportada.
   Mercedes sintió todos y cada uno de los golpes y comenzó a perder aire. Necesitaba salir de las cuerdas a como dé lugar. Y con la maña que da la experiencia, bloqueó un golpe al plexo solar para contraatacar con un derechazo que aterrizó en la desprotejida mandíbula de Analía, quien abrió los ojos con sorpresa y trastabilló.
   Sin perder un instante, y movida por el momentum, la campeona le propinó una hábil combinación de izquierda, derecha, jab, derecha, un cross y un uppercut a la mandíbula que terminaron por derribar a la retadora y dejarla tendida sobre la lona.
 
CAPITULO V

   Mercedes levantó los brazos con gesto victorioso y se pavoneó ante su caída oponente. Los ojos de Analía lanzaban aterradoras llamas capaces de derretir el témpano más helado y cuando la campeona comenzó el conteo, con tono burlón, esperó hasta que llegara a ocho y se levantó.
   -Festejá ahora, conchuda... que yo me voy a reir al final.
   Por toda respuesta, La Leona se golpeó el abdomen y Analía se lanzó al ataque en forma desesperada e iracunda.
   Mercedes bloqueó algunos impactos e intentó un derechazo algo abierto que descuidó la guardia y fue el lugar para que su némesis la golpeara. El lastimoso gruñido que le arrancó fue como un silbido de aliento para la retadora, quien repitió el golpe al estómago, con la derecha y con un implacable uno-dos en pleno rostro envió a la campeona al suelo, ante su estupor.
   Ahora, fue el turno de La Pantera para burlarse.
   -Te voy a contar hasta mil, hija de puta. Uno.... Dos....
   -No te lo creas tanto, cerda -Protestó la campeona con un puñetazo en el suelo, sin darle tiempo a seguir la cuenta.
   Sus miradas se cruzaron como durante todo el combate y ninguna había perdido ni un ápice de odio refulgente. Intercambiaron rápidos y certeros golpes que lastimaron sus carnosos labios con pequeños cortes y para cuando sonó la campana, ambas habían probado el gusto metálico de la propia sangre.
   El agua fue como un suspiro y cada una sentía que se evaporaba en sus gargantas. Las respiraciones se habían vuelto más pesadas y una y otra se recostaron contra las cuerdas en sus respectivos rincones.
   Sus cuerpos trabajados y sudorosos brillaban ante el prístino sol que se filtraba por la ventana y solo se escuchaban algunos pájaros y sus bufidos.
   -Te voy a matar, Mercedes! -amenazó la retadora sin preocuparse por el aliento.
   -Seguí soñando, Analía. No tenés con qué. -replicó la anfitriona y le mostró los dientes.
   La campana sonó y las dos púgiles se acercaron con ritmo más pausado, midiéndose.
 
CAPITULO VI

   El arranque del asalto fue mas lento y, si bien hubo intercambios, ambas comenzaron a exhibir muestras de cansancio, midiendo los golpes antes de lanzarlos. Los dos rounds siguientes fueron en la misma tónica, con ambas enemigas más preocupadas en atacar que en defender. Sus ojos estaban hinchados por los golpes y tanto sus narices como sus bocas lucían los estragos de un duelo parejo e inclemente.
   El octavo round había contabilizado tres caídas para cada una y amenazas con gruesos insultos por igual. Hasta en eso estaban igualadas.
   La Pantera recibió un cross a la mandíbula y, temerosa de un nuevo noqueo, descargó su derecha en el pecho izquierdo de La Leona, que se retorció de dolor y gruñó, recostándose contra las cuerdas.
   Empujada por la desleal sorpresa, propinó un uno dos a la cabeza que hizo tambalear a Mercedes, quien gruñó y rugió un insulto para contraatacar con un uppercut en el monte de Venus que dobló en dos a Analía, quien retrocedió hacia su rincón luego de describir un amplio arco con la derecha.
   El resto del round lo pasaron mirándose con odio, sin que ninguna abandonara su lugar y dejara de lanzarse miradas de odio.
   Llegó el minuto de descanso y ambas se refrescaron.
   -Tramposa hija de puta. ¡Esta me la vas a pagar! ¡Eso fue un golpe bajo! -protestó Analía.
   -Vos empezaste, hija de puta. Bancátela.
   -Te voy a matar.
   -No prometas al pedo, puta.
   Sonó la campana y volvieron al ataque, intercambio de golpes y Analía tambaleó con una izquierda pero, en lugar de contraatacar, se abrazó a su rival y trató de empujarla contra las cuerdas.
   Fuertemente trabadas, ambas combatientes se pegaron en el costado del cuerpo para quitarse aire y resistencia y fue Mercedes quien la empujó para separarse y lanzar un derechazo rápido que fue esquivado y contraatacado con un golpe al plexo solar.
   El aire pareció abandonar sus pulmones y se abrazó a su contrincante, sudorosas y pegajosas ambas, tambaleando en un forcejeo en el centro del ring.
 
CAPITULO VII

   Con un gruñido forcejearon durante casi medio minuto intentando recuperar el aliento y a la vez, desgastar a la contrincante, hasta que sonó la campana y ambas se separaron con una sensación de alivio.
   El agua raspó sus gargantas y las dos respiraron profundo en un intento por recuperar energías.
   En el arranque del siguiente asalto, La Pantera pareció tomar la imiciativa y puso a su rival contra las cuerdas varias veces pero, cuando iban dos minutos, recibió una letal combinación que debilitó sus piernas y se abrazó con fuerza a la campeona, que luchaba por separarse.
   Desesperadas, se golpearon al cuerpo en ambos lados arrancándose quejidos y gruñidos que se sumaban al sonido de los golpes.
   -Soltame, yegua hija de puta. Peleá...-espetó Mercedes.
   -Soltame vos, mal parida.-replicó Analía sin separarse.
   Cansadas, en pleno forcejeo, daban la impresión de estar bailando y sus ombligos parecieron escupirse mutuamente gruesas gotas de sudor, mientras sus cuerpos resbalaban juntos, brillantes y húmedos.
   Sus mejillas estaban fundidas en el rabioso abrazo de oso al que se estaban sometiendo y una leve molestia comenzó a insinuarse en sus pechos.
   Un escalofrío las recorrió y aumentaron aún más la presión de su presa, mientras se empujaban tratando de colocar a su rival contra las cuerdas. Sus abdominales chocaron varias veces con idéntico resultado.
   Mercedes golpeó el torso de su rival y gruñó con los dientes apretados.
   -Soltame hija de puta. ¿O tenés miedo?
   -La que no me suelta sos vos, hija de puta.
   Analía devolvió el golpe y ambas se estremecieron al sentir sus rostros sudados pegados mejilla contra mejilla, con la barbilla descansando en el hombro rival y el susurro lleno de odio arañando sus oídos.
   La campana sonó y se empujaron para separarse, a regañadientes. Se dieron la espalda y regresaron a refrescarse. Mercedes notó sus pezones endurecidos y agradeció que el round hubiera terminado. Lo que no sabía era que Analía estaba igual.
 
CAPITULO VIII

   Mercedes aspiró una gran bocanada de aire y refrescó un poco sus pulmones. Sentía un hormigueo interno y apretó los dientes decidida a liquidar el pleito en cuanto sonó la campana y se giró para retomar el duelo.
   Analía había hecho lo propio y las dos volvieron a intercambiar golpes que sacudieron sus lastimados rostros. No pasó mucho tiempo para que volvieran a trabarse en un férreo abrazo y retomaran el vaivén fundidas y resbalosas yendo hacia uno y otro lado mientras se gruñían e insultaban al oído.
   Cuando una podía liberar sus manos golpeaba, pero era trabada casi en el acto y retomaban el forcejeo. Una y otra se mofaban y trataban de hacer mella en el ánimo rival a medida que el cansancio iba agarrotando sus músculos. Los puñetazos se fueron espaciando y cuando Analía apretó sus brazos en la cintura de la campeona le arrancó un doloroso gruñido que fue recibido con una sonrisa socarrona.
   Mercedes sintió que sus pechos estallaban y devolvió el estrujón. La Pantera fue la que se quejó y tambaleó levemente.
   -Soltame y peleá, negra hija de puta. -siseó con veneno en el oído de la anfitriona.
   -Soltame vos, mal parida.-espetó la campeona y apretó con más fuerza.
   Ambas se sometieron duramente y los quejidos escaparon de entre sus dientes apretados. Las cabezas se inclinaban hacia atrás mientras las lágrimas parecían querer brotar de los ojos.
   -Soltame y peleemos, puta.
   -Soltame vos..
   -Ya te solté Analía.... la concha de tu madre.. Dejá de abrazarme. Vinimos a pelear, no a bailar...-la provocó Mercedes con un dejo de frustración.
   -Sos vos la que me abraza. Soltame y peleemos. -rugió Analía dejando los brazos a un costado del cuerpo, pero manteniendo los pechos contra los de su rival, ambas con los corpiños puestos.
   Mercedes gruñó y sintió bronca por haber perdido la iniciativa y un poco de asco por estar apoyándose pechos contra pechos y nariz contra nariz, mirándose a los ojos con odio.
 
CAPITULO IX

   Ninguna parecía querer dar el brazo a tocer y para cuando sonó la campana, tardaron un par de segundos en despegarse, a regañadientes.
   Retrocedieron mirándose frente a frente, sin darse la espalda y Mercedes sonrió con burla al reparar en los pezones enhiestos de su rival, que se insinuaban bajo el corpiño. Pero su alegría duró poco, porque pudo comprobar idéntica reacción en el rostro de la retadora.
   -¿Qué pasa, lesbiana? ¿Te gusto? -la provocó desde su rincón y se recostó contra las cuerdas, como posando para las fotos.
   -No soy torta como vos. Tenés los timbres duros. ¿Qué pasa? ¿Te gustó tenerme tan cerquita? -se burló Analía y le lanzó un beso volador a modo de burla, intentando disimular el asco.
   Ambas bebieron un corto sorbo de agua sin dejar de lanzarse taladrantes miradas llenas de odio.
   -¿Te gustan estas, mamu? -se burló Analía, quien se quitó el corpiño y exhibió dos grandes y duros pezones.
   Mercedes sintió asco, pero no quiso ser menos y la imitó.
   -¿Esas tetas de foca, puta? No me hagas reír.
   La campana sonó y ambas se acercaron pavoneándose.
   -¿Querés ver si están caídas, puta?
   -¿Te la bancás, yegua?
   -Teta a teta, hija de puta.  -rugió Analía y se colocó las manos en la espalda, desafiante.
   -No tenés con qué, cerda. -siseó Mercedes imitándola y se relamió una gruesa gota de sangre que le recorría el labio superior.
   Las dos repararon en la dureza de los pezones enemigos y sintieron un inmenso escalofrío en cuanto los botones se rozaron y comenzaron un lento y vicioso vaivén con los hombros de derecha a izquierda, doblándose y atacándose.
   Cada gruñido era respondido por uno igual, mientras los pequeños pero firmes pechos de las boxeadoras se masajeaban juntos, atacando y recibiendo embates de sus estiletes. La campana sonó y ambas sentían un ardor en el pecho que arrimaba las lágrimas a los ojos.
 
CAPITULO X

   Durante unos segundos ninguna quiso soltarse. Parecían fundidas y, a pesar del dolor que experimentaban, sus pezones estaban tan enhiestos que los sentían arder.
   Encaradas, nariz contra nariz, se lanzaron una última mirada pletórica de odio antes de empujarse mutuamente y retroceder.
   -¿Qué pasa? ¿Te gustaron mis tetas, mamu? -la provocó Analía con la voz temblorosa.
   -¿Qué decís, tarada? Si vos sos la que está excitada, torta. -se mofó Mercedes recostándose contra las cuerdas al llegar a su rincón.
   -¡Mirá cómo tenés los timbres! ¡No podés más, yegua! -se rió la retadora.
   -¡Mirá quién habla! ¡Si no parás de abrazarme para frotarte como una gatita lesbiana calentona! -espetó la campeona y sonrió al ver cómo el rostro de su rival se desfiguraba en una inconfundible mueca de odio.
   -¡Si pelearas en vez de frotarte conmigo, trola...! -replicó y bebió un sorbo de agua.
   La campana sonó y ambas volvieron a cruzarse en el ring, pero en lugar de intercambiar puñetazos, ambas llevaron las manos hacia sus espaldas y se prodigaron violentos topetazos con sus pechos, gruñendo a diestra y siniestra, mientras sus cuerpos chocaban y se pegoteaban sudorosos.
   Analía se movía de derecha a izquierda y lanzaba inclementes jabs de sus orbes contra los de su némesis, mientras que Mercedes contrarrestaba en sentido contrario. Cada tanto, una de ellas chillaba con los dientes apretados y retrocedía un paso, para luego recuperarlo y la frustrante paridad las desesperaba.
   La campeona retrocedió un paso para tomar impulso y se inclinó levemente, para golpear en forma ascendente y fue recompensada por un bramido de dolor de la retadora, quien tambaleó sorprendida y se agarró a las caderas rivales para mantener el equilibrio en un nuevo clinch en el cual sus pechos descansaron sobre los de su oponente.
   Mercedes tambaleó y también se agarró a la cintura de Analía mientras era llevada contra las cuerdas. Con los dientes apretados y las narices presionadas juntas se estrecharon en un nuevo abrazo de oso que prometía demolerlas. Un escalofrío las recorrió cuando sus alientos se mezclaron.
 
CAPITULO XI

   Analía se dejó llevar por el odio y, en pleno abrazo, le dio un torpe rodillazo en la ingle que hizo aullar a la campeona y doblarse, aflojando la presa. La Pantera retrocedió y le colocó un derechazo que la hizo tambalear y, cuando se preparaba para rematarla, La Leona le trabó los brazos a ambos lados del cuerpo y le dio un cabezazo que le hizo empañar la vista y tambalear torpemente.
   Ambas se empujaron y mantuvieron una distancia prudencial, mientras se examinaban. Sus cuerpos firmes y trabajados brillaban por el sudor y sus pequeños pero turgentes pechos eran coronados por enhiestos pezones que apuntaban desafiantes.
   Mercedes se pasó la lengua por el labio superior para limpiarse una gota de sangre, mientras Analía se tocaba la nariz con el guante derecho. Los ojos de ambas refulgían con odio y turbación.
   -Tramposa hija de puta! -protestó la retadora. -¡Te voy a matar!
   -¡Mirá quién habla, yegua hija de puta! -espetó Mercedes, más molesta que dolorida, dado que el rodillazo no había tenido tanta fuerza.
   -¿Querés jugar sucio, conchuda? Bancátela, ahora...
   -Vamos a ver si te la bancás, cara de concha...
   Furiosa, Analía se quitó los guantines y los revoleó fuera del ring para, seguidamente, hacer lo propio con las vendas y desnudar sus manos.
   Mercedes se rió, con sorna y la imitó sin quitarle la mirada de encima.
   El volcánico odio que se tenían las impulsaba y ambas levantaron las manos en posición de ataque, listas para lanzarse nuevamente.
   El primer impacto fue de La Pantera, quien acertó en la boca de su oponente y continuó con un golpe al estómago, que la hizo retroceder. La campeona, por su parte, desvió un izquierdazo y contraatacó con un derechazo al plexo solar y un gancho al hígado que forzó un nuevo clinch. Ambas se golpearon, con los puños desnudos, en ambos costados, mientras sus cabezas descansaban en el hombro rival, fundidas en un cruento abrazo, agotadas. Los pechos se aplastaron nuevamente entre sí y cada una aprovechaba el vaivén de sus cuerpos para clavar los pezones en las areolas rivales.
   Cuando los rosados de Analía y los morenos de Mercedes se doblaron juntos, ambas tuvieron un escalofrío y jadearon. La una en el oído de la otra.
 
CAPITULO XII

   -Soltame y pegame, guacha... no vine a frotarme con vos... hija de puta. -protestó Mercedes en el oído de su rival, mientras tambaleaban sobre el ring.
   -Soltame vos, yegua...¿tanto te gusto? -la desafió en forma susurrante y ambas se empujaron, con asco, cuando sonó la campana.
   Regresaron a sus rincones a refrescarse y sintieron un hormigueo interno, desconocido, que las recorría.
   -Tortillera hija de puta. Si querías refregarte conmigo, te hubiera presentado a una amiga que es torta. -se burló Mercedes.
   -Jajajaja. Si vos sos la hija de puta que tiene los pezones durísimos y no paraba de frotarse. -respondió Analía, durante el descanso, sin dejar la rivalidad ni por un segundo.
   -¡No me hagas reír, conchuda! ¡Si estás empapada! Se ve que te gustó, por eso cuando peleamos por el título no parabas de abrazarme y por eso no pudiste quitarme la corona. -se mofó con intencionalidad ponzoñosa, al recordarle el frustrado desafío.
   -Te salvó la campana, hija de puta. ¡Si estabas prendida porque te estaba cagando a piñas!
   -¡Claro! ¡Por eso los periodistas decían que parecíamos dos lesbianas bailando!
   -¡Es tu culpa, negra de mierda! -rugió Analía y miró el reloj en la pared, que marcaba que faltaban quince segundos.
   -¿Mi culpa? ¿Entonces, por qué estás tan mojada, puta? -la campeona parecía estar venciendo en el duelo verbal.
   La retadora se ruborizó al advertir la humedad en su tanga pero, sonrió con sorna al advertir que no era la única.
   -¿Y por casa cómo andamos? ¿Tanto te gustó sentir mis lolas?
   Ahora fue el turno de Mercedes para ruborizarse.
   -¿Esas tetas de foca, igual que tu aliento? ¡No existís, puta barata!
   -Yo al menos cobro, no como vos que lo hacés gratis.
   Sonó la campana y las dos se lanzaron al ataque con un rugido de muerte.
 
CAPITULO XIII

   Como en todos los rounds anteriores intercambiaron cruentos puñetazos que resonaron con eco en la soledad del gimnasio bajo el radiante y mudo sol. Mercedes recibió una combinación que la puso contra las cuerdas pero, logró esquivar un derechazo y contraatacar, para arrinconar a su rival con un gancho al hígado y un uppercut al mentón.
   Analía tambaleó y se abrazó a la campeona, con fuerzas, mientras sentía que las piernas se le aflojaban. Mercedes forcejeó pero no lograba liberar los brazos y descargaba débiles puñetazos en los flancos de la retadora.
   En el forcejeo y vaivén, los pechos de ambas volvieron a aplastarse juntos y los pezones retomaron el duelo mientras se aguijoneaban mutuamente, haciéndoles ver las estrellas.
   Desesperada, La Pantera le tiró del cabello a la altura de la nuca y la hizo arquear hacia atrás para, aprovechando la sorpresa, darle una trompada en el estómago. La Leona se dobló con un gruñido y se separaron, tomándose el abdomen sin dejar de mirarse con odio.
   Las respiraciones estaban aceleradas y, dispuesta a no perder la ventaja, la retadora se lanzó y la agarró del cabello con ambas manos. La campeona tambaleó al sentir el furioso embate de su rival y también la agarró del cabello.
   Querían lastimarse. Ya no había boxeo, ni deporte. Esto era rivalidad y odio puros. Durante medio minuto se zamarrearon de los pelos hacia uno y otro lado para arrancarse gruesos mechones mientras sus quejidos y chillidos se repetían e iban en aumento.
   El ardor en el cuero cabelludo aproximó las lágrimas a sus ojos y ninguna dudó en soltar una mano y revolear puñetazos hacia el rostro enemigo. La paridad era absoluta y en cuanto una conectaba, inmediatamente recibía la réplica.
   Furiosas, se trabaron en un candado mutuo mientras se golpeaban en el abdomen y en el rostro. La sangre tiñó sus labios carnosos y de las narices brotaron nuevos ríos carmesí.
   -Te voy a matar, hija de puta! -gritaron al unísono con la voz quebrada por el dolor.
 
CAPITULO XIV

   El peso del combate las estaba agotando y los movimientos se iban ralentizando, al igual que los golpes.
   Entre gruñidos, puñetazos y tirones de cabello, comenzaron a intentar derribarse mutuamente. La que comenzó a probar zancadillas fue Analía pero, Mercedes advirtió su movimiento y logró evitarlo, contraatacando sin éxito.
   Entonces, La Pantera tuvo otra sorpresa y tironeó del elástico de la tanga de su oponente, quien aulló de dolor cuando la íntima prenda se clavó en su entrepierna y pareció lacerarla.
   Por supuesto que la réplica no se hizo esperar y ambas abrieron un nuevo frente de batalla sin aflojar la presa en el cuello de la otra mientras tironeaban con todas sus fuerzas hasta que uno y otro se rompieron y ambas, campeona y retadora, quedaron con las minúsculas prendas en la mano y tambalearon hacia las cuerdas para, luego, caer al suelo y rodar enmarañadas mientras luchaban por la posición superior.
   Poco quedaba ya de las dos hábiles boxeadoras. Se habían convertido en dos fieras abandonadas a su instinto. Rodaban por el suelo mientras alternaban la posición superior y algunas trompadas en el rostro enemigo.
   Una mano atenazaba el cuello de su némesis y la otra golpeaba. Sus firmes muslos se habían trabado y eran parte de la lucha mientras sus velludas matas se cruzaban en un involuntario y estremecedor roce.
   Mercedes sentía que su entrepierna comenzaba a latir, húmeda, y sintió odio hacia sí misma que iba en aumento cada vez que sentía los vellos de Analía contra los suyos.
   Analía logró quedar encima y, temblando con una sensación desconocida, la escupió. Mercedes se retorció con asco para cambiar posiciones y devolver el esputo.
   La Pantera se retorció, asqueada y arqueó la espalda en un intento por desmontar a su rival, que mantenía la férrea presa en su cuello y no parecía dar muestras de querer soltarla. La mano libre de ambas guerreras estaba trabada en cruento forcejeo, que evitaba recibir nuevos golpes.
   La campana sonó pero, ninguna de las dos dejó de forcejear y estremecerse con el contacto entre sus entrepiernas.
   -Sonó la campana, yegua. Dejá de frotarme tu concha y soltame. -protestó Analía, desde la posición inferior.
   -Dejá de frotarte vos, cerda. ¿O te gusta? -se burló Mercedes con la voz entrecortada por la excitación.
 
CAPITULO XV

   Furiosas y desesperadas, ninguna de las luchadoras cejaba en sus forcejeos. La Campeona llevaba la posición superior y no demostraba intenciones de aflojar su presa. La Pantera, por su parte, se arqueaba y se retorcía en febriles intentos por liberarse pero, lo único que lograba, era que sus vientres aumentaran el contacto y ambas se estremecieran.
   Tanto una como otra estaban humedeciéndose, más allá de la transpiración, y sentían un hormigueo interno que las recorría.
   -Sonó la campana, yegua... soltame...-protestó Analía sin demasiada convicción.
   -Dejá de frotarte conmigo, hija de puta... y soltame el cuello... -ordenó Mercedes.
   La retadora se revolvió y logró alternar la posición para, liberando una mano sacudirle una bofetada antes de volver a trabarse con la de su rival. Ahora fue el turno de Mercedes, quien se retorcía bajo el cuerpo de su némesis y ambas vieron las estrellas cuando sus húmedas y palpitantes rajas se tocaron bajo las matas.
   La campana del nuevo round sonó cuando ellas aún estaban en pleno forcejeo. El íntimo contacto las estaba debilitando y haciendo perder la razón.
   Frustrada por la irrompible paridad, el cansancio y las sensaciones desconocidas que estaba comenzando a sentir, Analía escupió en el rostro de Mercedes, quien no dudó en devolvérselo sin interrumpir el contacto entre sus vientres en fricción a lo que añadieron algunos arañazos en sus pechos y rostros, que las hicieron chillar a diestra y siniestra.
   Cada movimiento de una era respondido por un jadeo de la otra y ambas, temblorosas, se sintieron asqueadas, sucias y... de alguna manera... excitadas.
   La campana volvió a sonar y se separaron, ambas tendidas mirando el techo, con las respiraciones agitadas y los hombros pegados, sin poder levantarse para regresar a sus rincones.
   Ninguna podía hablar y solo se limitaron a jadear y tratar de recuperar el aliento, mirándose con odio y un irreconocible destello maligno.
 
CAPITULO XIV

   El minuto de descanso transcurrió rápidamente. Sus respiraciones eran pesadas y los pechos subían y bajaban bamboleantes mientras una y otra intercambiaban amenazantes miradas.
    La primera en atacar fue Mercedes, quien tomó a su rival por el cuello y le descargó dos trompadas en el pómulo izquierdo. Analía no perdió el tiempo y también se aferró al cuello de su rival, mientras retomaban el forcejeo por la posición superior y contraatacaba como podía.
   Sus húmedas entrepiernas volvieron a lidiar, húmedas y palpitantes y ambas se sintieron recorridas por un súbito escalofrío que debilitó la férrea presa que tenían en el cuello enemigo.
   La Pantera se arqueó y logró desmontar a su rival para colocarse en la posición superior y tratar de golpearla, pero sus manos estaban trabadas en denodado forcejeo y los gemidos de ambas no se hicieron esperar.
   -Soltame, yegua! Dejá de frotarte conmigo! -protestó la campeona con la voz temblorosa.
   -¿Qué pasa, mamita? ¿Te gusta? -se burló la retadora, quien se movía por un instinto desconocido.
   -A vos te gusta, tortillera... que no parás de frotarte.... -furiosa, Mercedes la escupió en los labios.
   La respuesta no se hizo esperar y Analía se lo devolvió. Ambas se retorcieron con asco y la anfitriona aprovechó para arquearse y rodar para recuperar la posición superior.
   La Pantera libero su mano izquierda y le clavó las uñas en uno de los pezones haciéndola aullar de dolor. Pero, La Leona no se quedó atrás y, aprovechando su posición superior, retorció los botoncillos de su oponente, quien aulló de dolor e intentó quitársela de encima, pataleando.
   Mercedes parecía estar dominando pero, ninguna de las dos dejaba de retorcer y arañar los pechos enemigos, y las lágrimas volvieron a deslizarse por sus bellos y lastimados rostros.
   
 
CAPITULO XV
   
   El dolor las taladraba pero ninguna disminuía sus ataques y el intenso roce entre sus entrepiernas las estaba humedeciendo y debilitando. Los ojos de ambas lanzaban volcánicas miradas de odio mientras se insultaban con los dientes apretados, en susurros, sin dejar el rítmico vaivén pélvico, trasladando el combate hacia un nuevo foco.
   -¿Qué pasa que no dejás de frotarte contra mí, putita? ¿Te gusta? -la provocó Analía desde la posición inferior, arqueando la espalda para contraatacar un nuevo embate.
   -No tanto como a vos, trola, que no parás de restregarte....-replicó Mercedes con voz igualmente temblorosa.
   -Estás chorreando en mi concha, hija de puta! -La Pantera se retorció y recuperó la posición superior para tomar el dominio del vaivén pélvico.
   -¡Hija de puta! ¡Tenés una cascada en esa concha inmunda! -protestó La Leona y volvieron a cambiar de posiciones al tiempo que aumentaban el frenético ritmo de sus vientres.
   Analía le clavó las uñas en las nalgas y la hizo chillar, mientras aumentó el ritmo y la presión entre sus coños para volver a rodar. Mercedes le devolvió la gentileza y durante un minuto continuaron jadeando y frotándose, sintiendo cómo se humedecían cada vez más, meintras se estrujaban las nalgas para incrementar la presión entre ellas.
   Ya ninguna podía hablar. Se concentraban en mantener el aliento y no correrse. Sabían que habían alcanzado el punto sin regreso y ninguna quería ser derrotada. Los jadeos y gemidos aumentaron en intensidad y la paridad parecía no romperse. Analía la escupió en los labios y recibió su inmediata respuesta. Las dos se sentían sucias y excitadas. Querían humillarse mutuamente.
   -Soy más hembra que vos, yegua... mi conchita es mejor... -siseó Analía con un hilo de voz.
   -Nunca, hija de puta! Tengo la mejor concha....cerda...
   -Lesbiana calentona! ¡Mal cogida! Te vas a arrepentir de haberte metido conmigo.... -la voz de la retadora se entrecortaba con jadeos y suspiros.
   -¿Te gusta coger con mujeres? Te vas a arrepentir, hija de puta! -espetó Mercedes y remató con una escupida que Analía recogió con la lengua y devolvió.
   Entonces... un aullido de placer y un grito de victoria halló eco en el gym.
 
CAPITULO XVI

   Los cuerpos se sacudían entre espasmos y gemidos, abrazadas muy fuertemente, jadeando en el oído de la rival mientras las dos ardientes luchadoras disfrutaban de un volcánico orgasmo que las hacía sentir que todo giraba.
   Se habían corrido casi al mismo tiempo pero, ambas sabían que una había vencido. Durante el siguiente minuto permanecieron abrazadas fuertemente mientras rodaban por el ring alternando la posición superior, con los vientres fundidos mientras sus matas se enredaban y sus jugos se mezclaban.
   Ambas se sentían humilladas. No sólo se habían corrido con otra mujer... sino que había sido con la peor rival de sus vidas!
   Ninguna osaba apartar el rostro del cuello rival, temerosa por encontrar la burla en su némesis, por lo que, entre escalofríos y jadeos, retomaron los insultos.
   -Espero que estés contenta, negra tortillera -espetó Analía con una oleada de asco, aún excitada.
   -No tanto como vos, que acabaste primero, torta. -respondió la campeona, intentando omitir su propio orgasmo.
   -Tuviste suerte, yegua... -La Pantera rodó y recuperó la posición superior para tironearle del cabello.
   -¿Suerte? Si no paraste de frotarte, hija de puta! -Mercedes recuperó el dominio y le devolvió el tirón.
   Analía volvió a imponerse y le dio un golpe con la pelvis, que La Leona devolvió y el lento intercambio volvió a encender las antorchas de guerra.
   -¿Te gusta frotarte con otras minas, Mercedes? -la desafió, incapaz de ocultar la excitación.
   -No tanto como a vos, Analesbiana...-recogió el guante, desbordada por el ardor y el morbo.
   -Hija de puta....¡Te odio! -La Pantera logró colocarse encima y presionó su vientre contra el de su oponente, para gemir y escupirle en los labios.
   -¡Yo te odio más, mal parida! -Mercedes le devolvió el esputo y el roce entre sus montes las hizo estremecer.
   La campana sonó y marcó el fin del asalto. Ambas se escupieron con las bocas muy juntas y se miraron a los ojos, con apasionado odio.
 
CAPITULO XVII

   Sin saber quién comenzó pero, obedeciendo a un irrefrenable impulso, sus labios se encontraron con rabia y avidez, intentando abrirse mutuamente, sumándose al ardiente combate que llevaban desde hacía varios rounds.
   Tanto Mercedes como Analía se miraban con odio, con los labios presionados fuertemente en algo que distaba mucho de ser un beso, pero que las electrizaba.
   La campana volvió a sonar para indicar que un nuevo asalto debía comenzar y las dos ardientes luchadoras separaron sus bocas con asco y humillación.
   Mercedes tiró del cabello de su rival mientras rodaba intentando colocarse encima de ella, pero Analía respondió de igual manera y ambas reiniciaron el forcejeo por la posición dominante, gruñéndose con las narices pegadas y los labios casi juntos.
   Una y otra se escupían y sentían escalofríos cada vez que sus carnosos y sensuales labios se rozaban.
   -Lesbiana de mierda! Soltame y peleemos... -protestó la campeona con un hilo de voz.
   -Tortillera calentona... soltame o te dejo pelada. -amenazó la retadora devolviéndole el tirón de pelo y la escupida.
   -¿Qué pasa? ¿Te calienta estar con una mujer de verdad?
   -¿Me vas a presentar a tu novia, yegua?
   La venenosa respuesta de Analía recibió un furibundo tirón de cabellos y una escupida, que la hicieron retorcerse con asco. Pero la respuesta de Mercedes la enardeció.
   -¿Qué te pasa? ¿Estás celosa, torta?
   -¡Hija de puta! ¡Te voy a romper la boca! -amenazó La Pantera rodando encima de su rival y escupiéndola por enésima vez para luego darle una bofetada.
   -¿Con qué me la vas a romper? ¿A besos? ¡Torta! -se mofó La Leona rodando encima y devolviéndole la bofetada.
   -Eso te encantaría, ¿querés transar, lesbiana calentona? -Analía acercó sus labios a los de su rival, desafiante, mientras sentía que un hormigueo la recorría por dentro.
   -¿Transar con vos? ¡Antes me hago monja! -protestó Mercedes, con asco, pero sin despegar los labios de los de su rival.
   Sus alientos se mezclaban y ninguna parecía retroceder ni un ápice.
 
CAPITULO XVIII

   Excitadas y furiosas como estaban, ninguna disminuía el vaivén pélvico que las mojaba y les arrancaba gemidos. Analía tomó la iniciativa y lamió la mejilla de su rival, provocándola. Mercedes se retorció con asco y le tiró del cabello para escupir en su boca abierta. La Pantera sintió lo mismo y devolvió el tirón sin que se detuviera el intercambio de posiciones.
   -¿Qué pasa, Mercedes? ¿Te gusto tanto que no parás de mirarme la boca? -jadeó La Pantera con sus labios rozando los de su rival al tiempo que sus vientres parecían fundidos, golpeándose al unísono con oleadas de escalofríos para ambas.
   -So vos la que me quiere comer la boca, torta...-escupió La Leona y recibió un beso de pico como respuesta, a modo de despiadada burla.
   Por supuesto, que la campeona no se iba a quedar atrás y se lo devolvió y ambas forcejearon con las manos en el cabello rival y las uñas de la mano libre clavándose en la nalga enemiga mientras sus coños libraban su propio duelo.
   La retadora amagó un nuevo ósculo y lamió el labio superior de su enemiga, sonriendo triunfal ante su expresión de asco, pero le duró poco, porque la campeona presionó sus labios con fuerza y luego le mordió suavemente el labio inferior, arrancándole un gemido.
   Tanto La Pantera como La Leona sentían oleadas de sucio placer que las recorrían con cada movimiento de sus vientres, a los que se sumaba el sensual roce entre sus bocas.
   -¿Tenés miedo de transar, trola? -rugió Analía y la escupió mientras le daba un golpe de vientre.
   -Chupame la concha, tortillera. Ya te cogí y ahora te voy a transar porque soy más hembra que vos... -replicó Mercedes cuando recuperó la posición superior y devolvió el golpe de coño.
   -¿La que tenés en la cara o la que frotás contra mi conchita, puta? -susurró La Pantera sacudiéndose mientras ambas trababan las pantorrillas y aumentaban la velocidad de la fricción entre sus cuerpos.
   -La que quieras, lesbiana calentona... -siseó Mercedes y le lamió el labio superior, robándole un gemido mientras ambas entrelazaban los dedos en ambas manos y luchaban por la posición superior.
 
CAPITULO XIX

   La Pantera se retorcía bajo el cuerpo de su oponente mientras forcejeaban e incrementaban la presión y ritmo del roce entre sus matas. El ardor las recorría por dentro y temblaban de odio y excitación mientras apretaban sus dedos entrelazados.
   Con cada movimiento los escalofríos entre ambas iban en aumento y ambas luchadoras se empeñaron en hacer correr a su némesis. Sentían que la presión en sus vientres iba en aumento, el corazón golpeaba aceleradamente en sus pechos. Los jadeos entrecortaban sus insultos mientras sus coños se humedecían mutuamente en franca lid.
   Mercedes abrió levemente las piernas de su oponente para que sus clítoris hinchados, que comenzaban a asomar, se midieran en el asalto definitivo. Analía intentó resistirse, pero ambas habían trabado sus pantorrillas y la posición dominante de la campeona le daba cierta ventaja.
   En cuanto sus delicados e inflamados botoncillos de placer chocaron cabeza a cabeza, ambas vieron las estrellas y se retorcieron de placer con un espasmo que las volvió locas y las humedeció aún más.
   Analía creyó advertir un atisbo de terror en los ojos de Mercedes pero sintió que los calores le subían a las mejillas al advertir la expresión lujuriosa y socarrona en su oponente, que se mordía los labios y jadeaba con los ojos entrecerrados.
   La Pantera movió sus caderas en forma circular y cambió el ángulo de ataque entre sus sensitivos clítoris y, tras casi medio minuto de ardiente vaivén, logró desmontar a su rival y montarla para tomar la iniciativa ante la aterrada mirada de La Leona.
   La campeona se sintió perdida y apretó las nalgas en un intento por incrementar la presión entre sus palpitantes y húmedos sexos, pero Analía no parecía querer ceder y ambas se estrujaron las manos juntas, con los brazos bien abiertos.
   La retadora desplegó su arsenal pélvico y ambas cruzaron el punto sin retorno apretando los dientes y jadeando, mientras se maldecían en susurros y gemidos hasta que Mercedes no pudo más y comenzó a agitarse espasmódicamente
   -Te cogí, hija de puta! -rugió Analía, eufórica, pero su triunfo fue efímero porque apenas dos segundos más tarde se corría a mares sobre su odiada enemiga.
 
CAPITULO XX

   -Salí de encima mío, hija de puta! -protestó Mercedes retorciéndose, mientras tironeaba del cabello de su oponente haciéndola arquear hacia atrás.
   -Soltáme o te dejo pelada, yegua! -gritó Analía devolviéndole el tirón mientras rodaban nuevamente sobre el ring, sudorosas y pegoteadas, debilitadas por el desgaste de los asaltos y los orgasmos que se habían arrancado.
   Poco quedaba ya de las dos deportistas que habían comenzado. Ahora, había dos fieras dejándolo todo por la humillación definitiva.
   Cuando la campana marcó el final del asalto, ambas estaban con las piernas trabadas, de costado, sin que ninguna lograra imponerse, con una mano en el cabello rival y la otra estrujando la cintura enemiga.
   Se miraron con odio, jadeantes, pero ninguna mostró signos de querer aflojar su presa. Al contrario, como obedeciendo a un impulso visceral, Analía metió su mano entre ellas y comenzó a masajearle la entrepierna, sintiendo su humedad y robándola un sonoro gemido que la hizo estremecer.
   Mercedes se revolvió furiosa y ultrajada y, al no poder quitarse a su odiada enemiga de encima, optó por devolver el favor. La Pantera arqueó la espalda y gimió sonoramente al sentir los invasores dedos de su némesis.
   Ambas pudieron sentir la humedad y calor en el sexo enemigo y comenzaron a acariciar los labios con diferentes técnicas. Analía buscaba atrapar el clit de Mercedes y esta deslizaba la yema de sus dedos corazón e índice como si quisiera hacerlo emerger de su capucha.
   Los ojos de la una se mantenían clavados en los de la otra mientras los dedos no daban respiro a sus rajas. Los jadeos parecían competir por ellas en busca de quién provocaba el más sonoro y prolongado.
   Los movimientos se hicieron más acelerados y de las caricias pasaron a meterse los dedos. Primero una, luego la otra, en respuesta mientras se estremecían con las oleadas de placer que invadían sus cuerpos. Ninguna hablaba, cada una se mordía el labio inferior, concentrada en resistir y no ser la primera en correrse.
   Hasta que... pasó lo inevitable.
   El solitario gimnasio y el sol que se filtraba por una ventana fueron los únicos testigos de los gritos de placer que hallaron eco en las paredes.
   Una, derrotada y humillada, se corría en la mano de su rival, quien gemía extasiada por la victoria y la inminencia de un volcánico orgasmo.
 
CAPITULO XXI

   Mercedes se retorcía, mirando hacia el techo mientras se desbordaba en la mano de su odiada oponente, quien se regocijaba con su victoria pero, no tardó mucho en unirse al concierto de jadeos y gemidos que escapaban de la garganta de La Leona.
   Los ojos de ambas permanecieron fijos sin que ninguna cejara un ápice. Cada una se mordía el labio inferior en un inútil intento por contener los gemidos mientras buscaban prolongar los ataques en el sexo enemigo.
   -Mmmmm. Espero... que lo estés... disfrutando, torta... -jadeó Analía, con la voz entrecortada por la excitación.
   -Mmmmm. No... tanto... como vos... lesbiana... hija... de  puta... -respondió Mercedes mientras aumentaba el ritmo de sus dedos.
   Ambas mantuvieron sus posiciones, con un pecho aplastándose mutuamente y los dedos adentrándose febrilmente en el coño rival. Los gemidos eran escupidos casi boca a boca y cada una podía respirar el aliento de su némesis.
   -Mmmm...negra... conchuda... -suspiró la retadora y le lamió el labio superior, saboreando un poco de sangre.
   La campeona le devolvió la lamida y ambas volvieron a morderse y succionarse los labios, con desesperación, presionando sus pezones juntos sin dejar de follarse con los dedos.
   Analía sumó un dedo e hizo retorcer a su odiada oponente, quien jadeó sonoramente para felicidad de la agresora. Pero no pudo disfrutar demasiado, porque la campeona contraatacó con el pulgar sobre el clítoris, sin disminuir el vaivén de su dedo corazón.
   La Pantera se estremeció y rompió el lascivo duelo de lenguas para gemir mordiéndose el labio inferior. La Leona se lanzó con frenesí y le mordió el labio inferior para succionarlo y retomar el húmedo intercambio.
   -¡Noooo HIJA DE PUTAAA! -chilló al sentir que un vendaval orgásmico la recorría.
   -¡Siiiiii, YEGUA MAL COGIDA!
   -¡BASTAAAAA!!! ¡NO PUEDO MAASSSSSSSSSS! -aulló de placer mientras un increíble orgasmo la envolvía y la dejaba humillada y derrotada en manos de su más odiada rival.
 
CAPITULO XXII
   
   Derrotada y humillada, Analía quedó abatida mirando hacia el techo, jadeante y con los ojos vidriosos por las lágrimas que asomaban. Mercedes estaba eufórica y se recostó encima suya, para abrirle las piernas con las propias y trabar las pantorrillas mientras le frotaba el coño, empapado y palpitante, buscando su propia descarga.
   Para ello, comenzó a mover sus caderas rítmica y circularmente y no tardó mucho en correrse, con incontenibles oleadas de placer, chorreando a mares y largando un concierto de jadeos, mientras todo su cuerpo se estremecía.
   Pasado un largo minuto, donde la campana volvió a marcar el final de un asalto, la tomó del cabello y le dio un tirón firme.
   -¿Aprendiste... quién es la mejor? Cerda!
   Analía susurró con un hilo de voz, mientras sacudía la cabeza con gesto negador.
   La campeona le sacudió el rostro con una sonora bofetada.
   -¡No te escucho, puta! ¿Quién es la mejor?
   -Vos, hija de puta... vos... Soltame y dejame en paz...-protestó débilmente mientras intentaba liberarse.
   La Leona no estaba dispuesta a aflojar, excitada por la victoria y el morboso combate que habían tenido. Le volvió a dar una cachetada.
   -¡Decilo más fuerte! ¡O te dejo pelada, te lo juro, hija de puta! -espetó con un vehemente tirón para enfatizar sus palabras, mientras aumentaba la velocidad en el vaivén de su entrepierna contra la de su rival.
   -Vos, hija de puta! Vos... VOS SOS LA MEJOR; MERCEDES!!!! -aulló con la voz entrecortada por el llanto mientras las lágrimas regaban sus mejillas.
   Enfervorizada, la triunfadora se inclinó hacia su rival y le escupió en la boca, para luego tomarle el rostro con ambas manos y fundirse en un volcánico beso de tornillo, donde le metió la lengua tanto como pudo.
   Analía intentó responder pero recibió una bofetada. Mercedes, exultante, frotó su húmedo y victorioso sexo contra el de su rival y se sentó sobre ella, como si fuera a montarla, para luego, restregar sus jugos en los pechos de La Pantera, regodeándose para terminar poniéndose de pie y adoptando una pose triunfal con los brazos en alto y un pie sobre el cuerpo de su rival.
 
CAPITULO XXIII

   Atrás habían quedado incontables asaltos y el agua caliente de la ducha era una caricia para los músculos de la campeona. Le ardían los arañazos que tenía y su lengua recogía la sangre que asomaba por sus labios pero, estaba feliz. Había derrotado a esa engreída y con eso le bastaba.
   Sabía que en los próximos días debería evitar ser vista por los vecinos y algún papparazzi para evitar conjeturas y tener que salir a dar explicaciones o desmentir tal o cual versión. De hecho, estaba pensando en qué le diría a su marido y manager cuando la sombra proyectada en el suelo la sobresaltó.
   Con una lentitud y suspenso dignas de una película de terror, Analía se hizo presente y ambas se miraron en silencio. La Pantera tenía una toalla, que colgó junto a la de La Leona, y un pote de jabón líquido. Hizo un gesto de reverencia con la cabeza y se metió en la ducha, junto con su rival.
   Mercedes se sorprendió y esperaba un nuevo intercambio de golpes pero, la retadora la sorprendió al verter una gran cantidad de jabón en la palma de la mano y comenzar a enjabonarle el antebrazo. Analía la miró, como esperando aprobación y ambas parecieron sonreír detrás de sus ojos firmemente clavados entre sí.
   La Pantera enjabonó y masajeó los brazos de su némesis, sin pronunciar palabra, ambas bajo el cálido chorro de la ducha, disfrutando de la calma posterior a la tormenta.
   Los siguientes minutos se enjabonaron y acariciaron mutuamente, gimiendo quedamente cuando una se detenía en los pezones de la otra. Analía se arrodilló y ayudó a limpiar los muslos, tobillos y pies de su enemiga, quien le devolvió el gesto de la misma manera.
   Bajo el agua, las dos se miraron e intercambiaron una sonrisa, sin maldad ni desafío. Algo que ninguna podría explicar pero, que las dominaba. Y se abrazaron. Ambas sisearon cuando sus pechos volvieron a encontrarse y los pezones se aplastaron juntos.  La Leona descansó su cabeza en el hombro de su rival, quien la imitó y ambas se acariciaron la espalda en silencio, con el único sonido del agua cayendo sobre los cerámicos y sus respiraciones cansadas.
   
 
CAPITULO XXIV

   El cálido abrazo se prolongó por un largo minuto y tanto una como la otra comenzaron a sentir un hormigueo que las recorría por dentro y la tensión de los asaltos previos pareció aflojarse. Sus cuerpos fundidos comenzaron a mostrar suaves espasmos y ninguna pudo contener las lágrimas, llorando a grito pelado mientras se estrujaban con la cabeza en el hombro de la rival.
   El silencio y las frías paredes del vestuario devolvieron el eco de sus sollozos y fueron mudos testigos del momento de calma, después de un visceral y tremendo combate.
   Sus mejillas se tocaron y parecieron acariciarse, mientras ninguna intentaba contener las lágrimas. Analía le dio un beso, que Mercedes devolvió y ambas sintieron un escalofrío.
   La Pantera volvió a posar sus carnosos labios sobre la mejilla de La Leona, quien se lo devolvió y con este suave intercambio sus bocas se fueron acercando para, primero, acariciarse con un fugaz beso de pico, al que siguió otro, y otro y finalmente, jadeando en susurros pero, sin pronunciar palabra alguna, fundirse y entregarse a un intercambio mutuo de caricias con sus labios, sin prisas por usar las lenguas, disfrutando del contacto y el roce. Las respiraciones se mezclaron y sus alientos humedecieron la boca rival.
   Las dos amargas rivales cerraron los ojos e inclinaron las cabezas hacia un lado para concentrarse en el beso mientras sus manos recorrían sus espaldas. Como por instinto, juntaron sus vientres y sus matas parecieron enredarse al igual que sus gemidos.
   El agua caía cálidamente sobre sus cuerpos y ellas separaron sus bocas, tras dedicarse a un eterno reconocimiento, donde cada una pudo saborear la saliva y sangre de su oponente y sentir cómo sus heridas eran lamidas, en una suerte de felinas tras la guerra.
   Analía le tomó el rostro entre sus manos y lamió una de sus lágrimas. Mercedes se estremeció y le devolvió la atención. Sus narices se tocaron y ambas suspiraron para volver a rozar sus labios mientras intercambiaban salutaciones y mordiscos.
   -Puta.
   -Cerda.
   -Tortillera.
   -Lesbiana.
   Ninguna lo reconocería pero, el roce entre sus labios y los insultos las excitaba.
 
CAPITULO XXV

   Tanto La Leona como La Pantera se entregaron al roce entre sus cuerpos y sintieron cómo sus pezones se endurecíany las manos acariciaron cada centímetro de sus espaldas.
   Los labios permanecieron fundidos, atrapándose mutuamente, como jugando, mientras las lenguas se enredaban en un delicioso intercambio de saliva de una boca a la otra. Ambas tenían los ojos cerrados y se habían abandonado completamente al momento. Como movidas por un impulso, ambas restregaron sus matas y cuando separaron las bocas para recuperar el aliento, un hilo de saliva permaneció entre ellas. La Leona sonrió y Analía respondió de igual manera, mordiéndose el labio inferior. Ambas se estremecieron e intercambiaron un rápido beso en los labios antes de retomar el ardiente contacto, sin prisas ni odio... solo dos mujeres que lo había dado todo.
   Mercedes sintió que el corazón se le aceleraba y golpeaba con ímpetu en su pecho. Sus manos se aferraron a las firmes y redondas nalgas de su rival y las estrujó con suavidad y firmeza, mientras el movimiento entre sus vientres se volvió más rítmico y levemente acelerado. La Pantera le devolvió la caricia y le mordió el labio inferior arrancándole un gemido. Ambas se miraron, con una sonrisa y Analía tironeó con suavidad del labio de su oponente, quien jadeó y le clavó las uñas en las nalgas. La retadora también gimió y le devolvió la atención y ambas intercambiaron caricias en sus firmes, redondos, y envidiados culos mientras se turnaban para morderse los labios y succionarse las lenguas.
   Ninguna podía creer lo que les estaba ocurriendo y allí, bajo el agua caliente de  la ducha, ninguna parecía querer que el momento terminara. Sus clítoris hinchados parecieron buscarse a través de sus matas y el vaivén de sus cuerpos y ambas parecieron ver las estrellas cuando se encontraron.
   Tanto la una como la otra es estrujaron mutuamente y aumentaron la fricción entre sus delicados botoncillos iniciando un concierto de gemidos y jadeos que alcanzó su clímax cuando las rodillas de ambas se doblaron y se corrieron casi al mismo tiempo, sin importarles quién lo había hecho primero. Sus coños se saludaron y se bautizaron con su néctar y ambas guerreras se retorcieron de placer, arqueando la espalda e inclinando la cabeza hacia atrás, para abrazarse fuertemente y descansar la cabeza en el hombro rival, entregadas a un delicioso y liberador orgasmo que pareció prolongarse por horas.
 
EPILOGO

   Mercedes activó la alarma del gimnasio y caminó hacia la puerta enfundada en sus zapatillas deportivas, jeans gastados ajustados y una remera negra con un estampado rockero. Sus cabellos aún estaban humedos y su rotro, aunque limpio y seco, evidenciaba el paso del cruento combate en el que había vencido.
   Analía se acercó, con su mochila al hombro, también con zapatillas y jeans, algo más oscuros y una remera negra con el logo de una banda de heavy metal.
   Ambas se miraron en silencio por un segundo, sin que ninguna diera muestras de comenzar a hablar.
   Analía asintió con la cabeza en señal respetuosa y Mercedes la imitó. La Leona le extendió la mano a modo de saludo y La Pantera la estrechó con fuerza para atraerla contra sí y rodearle la cintura con la otra mano, antes de susurrar un suave.
   _Gracias.
   Y darle un sonoro beso en los labios, que se prolongó algunos segundos en los que ambas sintieron un hormigueo que las recorría.
   Cuando se separaron, Mercedes jadeó quedamente.
   _Gracias a vos, Analía. Te la rebancaste.
   La retadora se ruborizó y la miró fijo, buscando algún indicio de burla, pero sonrió complacida al no hallarlo.
   _Si, pero vos fuiste mejor, Mercedes.
   _Esto tiene que quedar acá... Nunca pasó nada entre nosotras. ¿Ok? _advirtió la campeona con un tono amistoso pero firme.
   _Por supuesto que no, putita... Y tampoco va a pasar la revancha en donde nos vamos a volver a dar sin asco. ¿No es así? _La Pantera le guiñó un ojo y se mordió el labio inferior.
   Por toda respuesta, Mercedes la tomó por la cintura y le comió la boca. Ambas se disfrutaron fugazmente por casi un minuto hasta que se separaron con la respiración acelerada.
   Minutos más tarde, cuando la campeona cerró la puerta con llave, ambas se separaron luego de dedicarse una última mirada, y cada una tomó una dirección diferente con la promesa interna de una próxima revancha.

Fin?
Please; read my pofile before PM me.
If you're busy or out of time, please, don't PM me.

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Offline sugoishadow

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Re: Cruzando guantes - Relato en Español / Spanish Story
« Reply #1 on: June 26, 2019, 10:42:23 PM »
Gracias por la historia me gusto mucho.

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Offline JuliaVargas

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Re: Cruzando guantes - Relato en Español / Spanish Story
« Reply #2 on: July 19, 2019, 09:22:30 PM »
Increíble historia, Julieta. Mi más sincera enhorabuena.
Read my stories and you’ll understand what you can expect from me…

http://amazon.com/author/juliavargas

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Offline lalutte65

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Re: Cruzando guantes - Relato en Español / Spanish Story
« Reply #3 on: July 20, 2019, 06:57:21 PM »
not into the sexfight scene, but as this story developed it dragged me in--well written, even the english translation was decent