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Choque de lactantes: Sofía VS Elena

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Offline Ana.guerrera

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Choque de lactantes: Sofía VS Elena
« on: September 09, 2025, 10:36:46 AM »
Elena y Sofía se conocieron en las clases de preparación al parto, un círculo íntimo de mujeres embarazadas en un cálido centro comunitario, lejos de las miradas de sus maridos. Elena, de 29 años, era una visión de seducción natural: morena, de piel bronceada que parecía beber el sol, con curvas voluptuosas y pechos hinchados por el embarazo, sus areolas oscuras como terciopelo bajo blusas ajustadas, los pezones endurecidos insinuándose. Su cabello largo, una cascada de ébano ondulado, caía sobre sus hombros, rozando la piel expuesta de su escote, y sus ojos negros brillaban con deseo contenido. Sofía, de 31 años, era una diosa pálida: rubia, con piel de porcelana, pechos redondeados en esferas perfectas por el embarazo, areolas oscurecidas en contraste erótico, y pezones puntiagudos que asomaban bajo la ropa. Su cabello largo y liso, como una cortina de oro, enmarcaba un rostro provocador, con labios carnosos y ojos verdes que desafiaban.
La chispa entre ellas fue inmediata, compartiendo risas sobre antojos y susurros sobre sus cuerpos transformados en templos de deseo. Sus quedadas privadas en casa derivaron en charlas íntimas, hasta que una tarde, durante un masaje recomendado por su doula, la tensión sexual estalló. Sus manos exploraron vientres y pechos sensibles, dedos trazando círculos sobre areolas que liberaban calostro, encendiendo un placer compartido. Pero bajo esa intimidad creció un veneno: celos. Elena envidiaba la simetría impecable de los pechos de Sofía, mientras Sofía admiraba con resentimiento la firmeza jugosa de los de Elena, que se movían con un balanceo hipnótico.
Tras el parto, a un mes de dar a luz, ambas estaban en la cima de su poder físico, con pechos aún más voluptuosos por la lactancia. Una conversación sobre un documental de luchas tribales dio paso a un juego privado: un “titfight” para probar quién era superior, con la aprobación tácita de sus maridos, que acordaron no intervenir. En el sótano de Sofía, prepararon una colchoneta bajo una luz ámbar que bañaba sus cuerpos en un resplandor sensual. Se despojaron de toda ropa salvo tangas negras, dejando al descubierto muslos suaves y abdomenes posparto. Los pechos de Elena, pesados y firmes, goteaban leche en hilos que caían por su vientre, su cabello largo ondeando como una cortina oscura. Los de Sofía, simétricos y altos, liberaban leche que resbalaba por su piel pálida, tiñendo la colchoneta de blanco y llenando el aire con un aroma dulce y almizclado, su cabello largo cayendo en ondas doradas sobre su espalda.
“Que el mejor cuerpo reine”, dijo Elena, inclinándose para que sus pechos y su cabello largo temblaran seductoramente. Sofía respondió con una risita cargada de deseo: “Prepárate para arrodillarte, mis tetas son insuperables”. La apuesta implícita: la vencedora seduciría a ambos maridos, mientras la perdedora miraría, humillada.
El titfight comenzó con un choque salvaje, lanzándose pecho contra pecho en un estallido húmedo y carnal. Elena, con su cabello largo azotando el aire como un látigo oscuro, balanceó su torso con fuerza primal, sus pechos pesados estrellándose contra los de Sofía con un sonido sordo y húmedo, como carne golpeando carne. La leche salió en chorros potentes, salpicando sus rostros, empapando sus mejillas y labios, y cayendo en gotas calientes sobre la colchoneta. Sofía, con sus ojos verdes centelleando de furia y su cabello largo ondeando como un velo de oro, respondió con un golpe ascendente, sus senos simétricos chocando desde abajo, levantando los de Elena en un rebote hipnótico que hizo temblar la carne expuesta. Cada impacto enviaba ondas de dolor agudo a través de sus nervios, un fuego que ardía en sus pechos hinchados, pero también oleadas de placer prohibido, ya que sus pezones endurecidos se rozaban accidentalmente, frotándose con fricción erótica que hacía que sus cuerpos temblaran. Elena gruñó, retrocediendo un paso para ganar impulso, y cargó de nuevo, apuntando a los pezones de Sofía con precisión cruel, el contacto directo enviando un chorro de leche que aterrizó en el cabello largo de Elena, pegándolo a su piel bronceada. Sofía no se quedó atrás, girando sus caderas para añadir torque a su golpe, sus pechos golpeando lateralmente los de Elena, haciendo que la leche salpicara en arcos blancos que pintaban sus abdómenes y tangas, el aroma dulce intensificándose en el aire cargado. Pasaron minutos eternos en esta danza violenta: Elena usando su peso para embestidas frontales que aplastaban los senos de Sofía contra su esternón, Sofía respondiendo con movimientos circulares que rozaban los costados sensibles, cada colisión un estruendo de gemidos profundos, una sinfonía de dolor y éxtasis. La colchoneta se convirtió en un charco resbaladizo, la leche acumulándose en charcos que reflejaban la luz ámbar, y sus pies patinaban ligeramente con cada carga. Tras casi cinco minutos de este asalto incesante, el dolor se volvió insoportable, sus pechos rojos, hinchados y goteando sin control, y ambas cayeron de rodillas al unísono, jadeando, sus cuerpos temblando mientras la leche continuaba manando en hilos sensuales.
Pero la furia no se apagó. Mirándose con intensidad feroz, se lanzaron en un abrazo de oso, pecho contra pecho, sus senos aplastándose en un contacto húmedo y cálido que hizo explotar la leche entre ellas como un río desbordado. Elena envolvió sus brazos alrededor de la espalda de Sofía, su cabello largo cayendo sobre los hombros pálidos de su rival, mientras apretaba con fuerza, sintiendo la carne blanda ceder bajo la presión, sus pezones rozándose con una fricción constante que enviaba descargas eléctricas de placer y agonía a través de sus cuerpos. Sofía respondió con igual ferocidad, sus uñas clavándose ligeramente en la piel bronceada de Elena, su cabello largo enredándose en el abrazo mientras sus senos se comprimían, la leche saliendo en chorros que corrían por sus vientres y muslos, empapando sus tangas hasta hacerlas transparentes. El abrazo se intensificó, cada una intentando superar a la otra en fuerza, sus músculos temblando por el esfuerzo, alientos mezclándose en jadeos entrecortados, el sudor uniéndose a la leche en una mezcla pegajosa que hacía crujir sus pieles al frotarse. Elena giró su torso ligeramente, frotando sus pechos de lado a lado contra los de Sofía, el movimiento causando que más leche brotara, salpicando sus cuellos y rostros, mientras Sofía respondía empujando hacia adelante, aplastando aún más, sus pezones endurecidos pinchando la carne sensible como agujas eróticas. El dolor era un pulso constante, un ardor que se extendía desde sus senos hasta sus espaldas, pero el placer retorcido las mantenía unidas, sus caderas rozándose accidentalmente en el forcejeo, añadiendo capas de deseo prohibido. Pasaron al menos tres minutos en este encierro brutal, sus cuerpos temblando, la leche formando un lodazal a sus pies, hasta que se separaron con un gemido compartido, listas para más.
“No termina aquí”, gruñó Elena, su voz rota pero cargada de lujuria, su cabello largo pegándose a su piel empapada. “Usemos las manos”, respondió Sofía, sus ojos verdes brillando. Arrodilladas, se apretaron los pechos, hundiendo dedos en carne sensible, la leche salpicando en ráfagas, sus gritos mezclando agonía y placer. Colapsaron tras un minuto, temblando, pero Sofía jadeó: “No hay empate. Con las piernas”. Se levantaron, tambaleantes, agarrándose de los hombros, sus muslos luchando en un duelo resbaladizo por la leche. Elena intentó un giro, pero Sofía, con un empuje de cadera, casi la derriba. Tras cuatro minutos, ambas resbalaron en la superficie húmeda y cayeron al suelo al mismo tiempo, sus cuerpos chocando contra la colchoneta en un salpicón de leche, arrastrándose mutuamente en un enredo inmediato.
El catfight se desató sin reglas: un torbellino de instinto primal. Elena, con su cabello largo extendiéndose como una red oscura sobre la colchoneta, rodó sobre Sofía, sus uñas arañando los brazos pálidos, dejando surcos rojos que contrastaban con la piel empapada. Sofía respondió tirando de una mata del cabello largo de Elena, jalando con fuerza salvaje que hizo gritar a su rival, un sonido que era mitad dolor, mitad éxtasis retorcido, mientras sus piernas se entrelazaban, muslos frotándose en un contacto eléctrico. Rodaron en el lodazal de leche y sudor, Elena inmovilizando brevemente a Sofía, sus pechos goteando sobre el rostro de su rival, la leche cayendo en gotas calientes que Sofía escupió con furia, antes de voltearla con un rodillazo que rozó el muslo interno de Elena. Sofía montó a Elena, clavando uñas en su espalda bronceada, dejando marcas sangrantes que se mezclaban con la leche, mientras Elena se retorcía, usando sus piernas para voltear la posición de nuevo, tirando del cabello largo de Sofía y arañando sus costados, sus cuerpos deslizándose en un baile erótico de violencia. Pechos rozaban pechos accidentalmente en cada giro, enviando descargas de placer prohibido que contrastaban con el ardor de los arañazos, la leche salpicando en todas direcciones como un caos blanco. Elena intentó un estrangulamiento ligero con un brazo, su cabello largo cayendo sobre el rostro de Sofía como una cortina asfixiante, mientras Sofía pateaba y arañaba los muslos de Elena, dejando moretones que palpitaban. Rodaron de nuevo, chocando contra el borde de la colchoneta, sus tangas empapadas rasgándose ligeramente en el forcejeo, exponiendo más piel sensible. El aire se llenó de gemidos y gruñidos, el dolor acumulándose en capas: arañazos que sangraban, tirones de pelo que arrancaban mechones, empujones que magullaban costillas. Pasaron al menos diez minutos en este infierno, un remolino de cuerpos entrelazados, leche y sudor creando un resbaladizo caos que las hacía tropezar y rodar sin fin, hasta que se separaron, cayendo de espaldas, jadeando, sus cuerpos cubiertos de marcas rojas, arañazos y moretones, la leche manando en hilos sensuales.
“No puede haber empate”, gruñó Elena, su cabello largo cayendo desordenado sobre sus hombros, incorporándose con esfuerzo mientras su pecho subía y bajaba en jadeos profundos. “Hasta el final”, respondió Sofía, con ojos encendidos de rabia, su cabello largo rubio desparramado como un halo dorado en la colchoneta empapada. En un arrebato de furia compartida, sin palabras, ambas se quitaron las tangas empapadas con movimientos rápidos y desesperados, tirándolas a un lado, quedando completamente desnudas, sus cuerpos expuestos en toda su gloria posparto: vellos púbicos húmedos por el sudor y la leche derramada, labios hinchados por la excitación y el esfuerzo, brillando bajo la luz ámbar. Sin contenerse más, se lanzaron en un último asalto salvaje, un catfight total donde nada estaba prohibido, sus cuerpos chocando en un enredo de extremidades y carne sensible.
Elena enganchó la pierna de Sofía con la suya, tirando con fuerza para abrir sus muslos, y en un movimiento primal, empujó su cadera hacia adelante, estrellando su coño contra el de Sofía en un impacto violento y húmedo, un choque genital que envió ondas de dolor ardiente y placer eléctrico a través de sus nervios, como si sus centros de deseo se golpearan en una batalla cruda. Sofía gritó, una mezcla de agonía y éxtasis, respondiendo con un giro de cadera que frotó su clítoris endurecido contra el de Elena, un roce erótico que se volvió violento al presionar con fuerza, sus labios vaginales aplastándose mutuamente en un forcejeo húmedo y resbaladizo, la leche de sus pechos goteando sobre sus abdómenes y mezclándose con los fluidos de su excitación. Rodaron en la colchoneta, piernas entrelazadas en una tijera brutal, cada una empujando y moliendo su coño contra el de la otra con ferocidad, el contacto directo causando chispas de placer prohibido que contrastaban con el ardor de los golpes: Elena usando su peso para aplastar desde arriba, su coño frotándose con fricción áspera contra el de Sofía, enviando chorros de humedad que salpicaban sus muslos; Sofía retorciéndose para invertir la posición, clavando sus uñas en las nalgas de Elena mientras empujaba hacia arriba, sus clítoris rozándose en círculos violentos que hacían que sus cuerpos temblaran de un éxtasis retorcido. El dolor era intenso, un fuego que quemaba en sus zonas más sensibles, moretones formándose en sus labios internos por la presión constante, pero la erótica violencia las impulsaba: gemidos ahogados escapaban de sus labios mientras se arañaban las caderas y tiraban del cabello largo de la otra, Elena jalando el cabello rubio de Sofía para acercar su rostro y morder su hombro en un acto de dominación salvaje, Sofía respondiendo con un arañazo profundo en el muslo de Elena que dejó surcos sangrantes. Sus pechos rebotaban con cada empuje, leche salpicando como un lubricante adicional, sus coños chocando en un ritmo frenético, húmedos y hinchados, el aire llenándose de sonidos carnales: carne contra carne, jadeos entrecortados, gruñidos de rabia y placer. Elena, con una ráfaga de fuerza, montó a Sofía completamente, abriendo sus piernas con rodillas brutales y moliendo su coño contra el de su rival en un tribadismo dominante, frotando con círculos rápidos y duros que hacían que Sofía arqueara la espalda en un grito de agonía erótica, sus fluidos mezclándose en un charco pegajoso. Sofía luchó de vuelta, pateando y arañando, intentando voltear la posición con un empuje de cadera que rozó sus clítoris en un ángulo que envió ondas de placer casi insoportable, pero Elena resistió, clavando sus uñas en los muslos pálidos de Sofía y presionando con más fuerza, el choque genital volviéndose un asalto sin piedad, sus cuerpos temblando por el agotamiento y el éxtasis acumulado. Tras siete minutos eternos de este infierno violento y erótico, donde cada roce era una mezcla de tortura y tentación, Sofía colapsó con un gemido desgarrador que resonó en la habitación, su cuerpo temblando incontrolablemente, derrotado, sus ojos verdes vidriosos por el dolor y la humillación, incapaz de moverse más, su coño hinchado y magullado palpitando en rendición.
Elena, maltrecha y al borde del colapso, se levantó con esfuerzo, su cuerpo magullado cubierto de arañazos, moretones y marcas sangrantes, su cabello largo pegado a su piel sudorosa y empapada de leche, pechos goteando en hilos seductores, su coño hinchado y sensible por la batalla, pero con una sonrisa cruel que revelaba su victoria despiadada. Se giró hacia los maridos, quienes, excitados por el espectáculo, se habían despojado de su ropa y ahora estaban desnudos, sus erecciones evidentes y ojos hambrientos recorriendo su cuerpo triunfante, ansiosos por el premio. Sofía, yaciendo vencida en la colchoneta, su cabello largo rubio desparramado en el caos húmedo, su cuerpo marcado por la derrota —arañazos en los muslos, moretones en los pechos y coño palpitante de dolor—, observó con impotencia y resentimiento profundo cómo Elena, cojeando ligeramente pero implacable, avanzaba hacia ellos, lista para reclamar su recompensa en un acto de dominación total, la leche marcando su camino como un río de humillación para la perdedora.
I only wish to see your body destroyed

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Offline Silent Watcher

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Re: Choque de lactantes: Sofía VS Elena
« Reply #1 on: September 09, 2025, 01:57:24 PM »
Me encantó!!! Muy sexy y brutal, ninguna se guardó nada.
Me encantaría leer una secuela donde se vuelvan a enfrentar! Seguramente Sofía quiera revancha...

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Offline sugoishadows

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  • Antonio Manuel
Re: Choque de lactantes: Sofía VS Elena
« Reply #2 on: September 09, 2025, 08:28:57 PM »
Increible historia, gracias por subirla
I love fem vs fem, muscle mixed, stories, movies, manga.

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Offline rogueneitor

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Re: Choque de lactantes: Sofía VS Elena
« Reply #3 on: Today at 06:51:24 PM »
Buena historia. ¿Podrías hacer más claros los párrafos la próxima vez?

Con un simple enter extra entre párrafos sirve.

Es que se leerá mejor la historia.

Great story. Could you make the paragraphs clearer next time?

A simple extra enter between paragraphs will do the trick.

It makes the story easier to read.
« Last Edit: Today at 06:53:33 PM by rogueneitor »